Descripción

Embárcate en un viaje por las profundidades de la laguna veneciana en una excursión a las hermosas y vírgenes islas de Murano, Burano y Torcello. Desde las coloridas cabañas de pescadores de Burano hasta las cristalerías de Murano y los misteriosos monumentos de Torcello, las islas conservan otra faceta del pasado y el presente de Venecia, donde el tiempo parece haberse detenido y las tradiciones artesanales centenarias siguen vivas.
Comenzaremos nuestro viaje en la hermosa Murano, en realidad una serie de 7 islas unidas por puentes encaramadas en el corazón de la laguna veneciana. Durante nuestra parada en la isla aprenderemos todo sobre la técnica especial de soplado de vidrio traída a Venecia desde Oriente por los comerciantes que regresaban y perfeccionada a lo largo de los siglos en el encantador museo del vidrio de la isla, antes de ver las obras de los artesanos modernos que mantienen vivas las tradiciones en sus talleres cercanos. Si lo deseas, también podremos organizar una demostración de soplado de vidrio en la que podrás ver de cerca la increíble técnica que convierte mágicamente la arena fundida en cristal. Murano alberga también la iglesia más antigua de la laguna veneciana, que podemos visitar previa petición: la fastuosa Santa Maria e San Donato, cuyo suelo de mosaico del siglo XII es una obra maestra del arte bizantino.

De vuelta al agua, trazaremos rumbo norte hacia la seductora isla de Burano. Las increíblemente pintorescas casas de vivos colores que bordean las estrechas calles adoquinadas y los canales de Burano son el sueño de cualquier fotógrafo, y el asentamiento cuenta incluso con su propia torre inclinada en el campanile de San Martino.

La última parada de nuestro viaje al corazón de la laguna veneciana es también un viaje al pasado. La isla semidesierta de Torcello es la cuna de la civilización veneciana, donde según la leyenda llegaron en el siglo VII los refugiados que huían de las hordas bárbaras de Atila el Huno en tierra firme, y durante siglos fue mucho más poderosa que su vecina más joven al otro lado de la laguna.

El aire estancado de la laguna y la creciente dificultad de navegar por sus vías fluviales provocaron su lento e inevitable declive a lo largo de los siglos, y en la actualidad es un lugar somnoliento con sólo 13 residentes a tiempo completo. Pero su extraordinaria catedral de Santa María Asunta, con espectaculares mosaicos bizantinos que incluyen un Juicio Final realmente aterrador, es un vívido recuerdo de la antigua gloria de la isla.